A la izquierda y junto a la primeras casas existía una pequeña puerta que daba entrada al escenario y habitaciones de los actores del teatro.
De frente había una bien surtida tienda de comestibles titulada 'La Tecle' que era de la familia del consecuente republicano Alberto Ruiz.
Más hacia la derecha se levantaba 'el Arco del Coso' y en la misma dirección, haciendo esquina, había una de las mayores casas del barrio, llamada casa del Cabildo.
Desde esta seguían todas iguales en altura, pisos, huecos, etc. hasta la esquina del Muro de Carmelitas, donde estaba la Casa de la Imprenta, que debió funcionar aquí la de Delgado, que en el siglo XVIII estaba en la Mayor.
Allí residía pasada la mitad del siglo un respetable señor, empleado en Hacienda, que, sea por sport o por lucro, tenía ocupadas espaciosas habitaciones, destinadas a la cría del gusano de seda ...
Desde la Casa de la Imprenta hasta su terminación próximo al cuartel de infantería que existía en San Francisco nada había digno de mención.
Pasado el Arco, a la izquierda, existía la puerta principal del teatro, la que dará entrada después 'al correccional'. Antes por la derecha, se entraba a la iglesia de Santa Catalina, y siguiendo de frente, tras un largo corredor, se subía al antiguo Hospital y la Casa de la Beneficencia, separados del coliseo por un sencillo medianil o tabique, por lo que se confundían a veces las alegres canciones del escenario con los tristes ayes del Hospital.
Seguidamente se hallaba el que fue convento de San Francisco, más tarde cuarteles de caballería e infantería.
El resto, que cerraba la plaza, eran casa de tres pisos, con balcones de la anchura de la fachada.
El barrio contaba en total con unas 35 casas.
SUS GENTES
Los moradores en estas fechas "eran sólo labradores, hortelanos y honrados jornaleros del campo".
Las puertas del barrio permanecían cerradas por la noche y cuando alumbraba el alba esperaban con su alforja o herramienta al hombro o con su caballería angarilla encima a que llegara el Mayor de Plaza, que así le llamaban, y abriera las puertas de la población, para acudir a sus habituales ocupaciones.
SUS COSTUMBRES
Dicha calle y plaza, "o pequeña república", era alegre y limpia.
Alegre porque en el verano venían los jóvenes de las calles de San Agustín, Santiago y otras a compartir sus distraciones y bailes, pues como barrio extremo y pacífico gozaban de más libertad. Cuando a las diez de la noche o más tarde, llegaba el sereno y ordenaba que cesara el baile, la contestación era categórica "En echando la despedida, lo dejaremos". En invierno tenían sus modestos recreos celebrados en los establos "alfombrados por mullida paja, decorados con diversas colgaduras, alumbrados por enorme candil". La mujeres laboraban, contaban cuentos o leían en común antiguas historietas ('Carlo Magno', 'La Lámpara maravillosa', 'Roberto el diablo', ...). Lo que no transigían, en aquellos tiempos de analfabetismo, era con mandar a la escuela un hijo que podría manejar una pequeña herramienta.
Era una calle limpia 'en la que no se vertía por ventanas y balcones ni una gota de agua'.
La Plaza servía para los festejos taurinos. En sus balcones se situaban los espectadores para disfrutar del espectáculo. Se cerraba con tablas desde la esquina de la hoy calle de Rodríguez Paterna a las paredes del hospital y el Muro de Carmelitas, desde las murallas a la esquina de los talleres de coches y diligencias de Patricio Hernández. A la una de la tarde quedaban incomunicados los vecinos hasta terminar la corrida. El ganado que solía lidiarse eran toros de 5, de 6 y de 8 años. Aquí se corrían también las vacas de San Bernabé, con cuba de vino en el redondel.
También han actuado 'grandes compañías de circo', ...
Asímismo se celebraban en 'El Coso' "luctuosos actos" que dieron lugar a la sentencia dicha a los jóvenes mal inclinados y amigos de lo ajeno, "como no te enmiendes y varies de conducta, tu paradero será el Coso".
FUENTE
Todos estos datos y observaciones están tomados de un 'escrito' publicado en la prensa local logroñesa a principios de los años veinte, cuando de 'El Coso' prácticamente ha sido derrumbado.
Su autor es el tipógrafo logroñés Tomás Escribano, uno de los líderes principales de la U.G.T. y del P.S.O.E. desde finales del siglo XIX hasta la proclamación de la II República.
Nos han servido para entender lo que era 'El Coso' en los tiempos del 'Sexenio democrático' y la 'Iª República' cuando su líder principal, Alberto Ruiz y Royo, tenía una tienda de comestibles y un local para espectáculos en este espacio, llamada 'La Tecle'.