Cuando Espartero desapareció físicamente, a principios de enero de 1879, también se evaporó de las planchas de las imprentas. Las referencias a Espartero, es verdad, siguen dándose, pero ya no serían como las constatadas durante el siglo XIX. Aparece en Memorias, en libros de historia más generales, en novelas históricas. Nunca en forma de vidas exentas dedicadas al mismo.
El reinado de Isabel II es próvido en riojanos ilustres en todas las áreas de la historia. Hay hombres de ciencia, inventores, médicos, financieros, ... escritores afamados, y en especial, políticos de primera línea. A estos últimos nos referimos cuando escribimos de "La generación isabelina".
Espartero, como hijo adptivo, es el foco luminosos del conjunto, pero a su lado lucen Salustiano Olózaga, Claudio Antón de Luzuriaga (en la imagen), José Concha (Marqués de la Habana), Domingo Dulce, Manuel Orovio, el Marqués del Puerto, ... y otros que encontrarás en enlaces a varias páginas relacionadas con este apartado.
La nómina de riojanos sobresalientes en estas fechas no es despreciable, ni los valores añadidos que aportan son escasos. Sus legados cubren campos del saber novedosos –y hasta algunos insospechados-, y también tradicionales. En las Bellas Artes, en las letras, en las ciencias y en la economía hay riojanos afamados a nivel nacional que en el presente apartado desgrano en formato prosopográfico. Mi interés está animado por la anamnesia, por el deseo de expulsarles del olvido y dejar testimonio de su labor y fructífera existencia.
Reflexionamos, pues, en este apartado, sobre capital humano, fuga de cerebros y caudal de innovación.
Esto es lo que sucede, en el área de la quimica, con los hermanos Delhuyar. Fausto y Juan José, los riojanos que aislaron el Wólfram o Tungsteno, y el nuevo metal terminó colocado en el número 74 de la Tabla Periódica de los Elementos. También sucedió lo mismo, en este caso en el campo del teatro, con Manuel Bretón de los Herreros. Y el modelo se multiplica en otras ramas, por ejemplo en el área de la salud, como muestran los Doctores Vicente Asuero Cortázar (de Nájera), Tomás Corral y Oña (de Leiva) –que trajo a este mundo a los hijos de Isabel II, entre ellos al que sería Alfonso XII- y Basilio San Martín Olaechea (de Cenicero) cirujano y pionero del uso de la anestesia en España.
Todos son singularidades o sujetos riojanos innovadores, pero encontramos también a colectivos o grupos que sorprenden por la capacidad y eficacia en los haberes o resultados de su gestión inversora comercial, industrial y de las finanzas. Recordamos al soteño Diego Fernández Vallejo, a la familia de los Bayo y los Duro de Brieva de la Sierra; la cadena endogámica de los García-Olalla y los de La Riva de Ortigosa; el grupo de Rabanera y Laguna de los Heredia y Larios, y también a Pedro López Morales (Aguilar de Río Alhama) en Córdoba, Juan José García Carrasco (Montenegro) en Cáceres o Norberto Velázquez (Ortigosa) en Vigo,
La “acción” se fecha poco antes de cumplirse el mes de la muerte de rey y la “llegada” seis años después. Entre “acción” y “abrazo” los riojanos pasan un sexenio (1833-1839) marcado por constantes visitas, y largas permanencias, de algunos de los jinetes del Apocalipsis, como la guerra, la peste, el hambre y la muerte. En la guerra se enfrentan absolutistas y liberales, partidarios de Carlos María Isidro –carlistas- y de la reina hija Isabel II –isabelinos o cristinos por su madre-, o la tradición y el progreso. La peste bubónica, más conocida como cólera, se extiende por La Rioja al son de los tambores de guerra y las marchas de la soldadesca y de los urbanos. El hambre se cuela a lomos de los dos jinetes anteriores, pero más aún se deriva de las profundas crisis de subsistencias nacidas de inflaciones y subidas de precios. La muerte la ponen todos a la vez con los combates, los contagios y, en especial, las necesidades y falta de medios de vida. Fueron años excesivamente duros para los riojanos. Pero también recibieron algunas substanciosas recompensas de enorme calado histórico.
Cuando Espartero desapareció físicamente, a principios de enero de 1879, también se evaporó de las planchas de las imprentas. Las referencias a Espartero, es verdad, siguen dándose, pero ya no serían como las constatadas durante el siglo XIX. Aparece en Memorias, en libros de historia más generales, en novelas históricas. Nunca en forma de vidas exentas dedicadas al mismo.
Los progresistas riojanos de todas las tendencias desempeñan un destacado papel en las primeras décadas del reinado isabelino con militares y políticos destacados a nivel nacional, pero también existen algunos que forman la avanzadilla que hizo caer a la reina y a los borbones, en los años de "La Gloriosa".
Sagasta, "el del tupé"- es el más destacado a nivel nacional al participar en todos los sucesivos gobiernos que se forman en el Sexenio Democrático. Pero a nivel regional y local hay otros que paarticipan también muy activamente, con las armas en la mano, desde el primer momento de la septembrina. "La batalla de Castañares de Las Cuevas" es el arranque para después agruparse en las primeras doctrinas democráticas y republicanas.
Mientras tanto en Logroño sigue Espartero disfrutando de un largo retiro dedicado a su hacienda y recibiendo el aplauso de logroñeses y riojanos en general y las visitas de los poderes fácticos y mediáticos que hacen de la capital de La Rioja un foco de poder de primer orden.