El interés sociológico de la pelota prefranquista es que se vive en comunión entre pelotaris y aficionados, empresarios y auxiliares (cancheros, corredores, botilleros, médicos, ...), público y apostante, "catedráticos" y momistas, es decir, forman un núcleo social fuertemente integrado que les mueve la pasión por el juego en todas sus variantes y acepciones.
Faustino Galilea es el modelo, como en otras muchas cosas, de este fenómeno. Está integrado desde muy joven en el mundo pelotazale de su pueblo -ahora, principios del siglo XX, vivero indiscutible de la pelota riojana-, en los frontones de la capital de la provincia, y después, cuando se convierte en profesional destacado, en el País Vasco en donde terminará asentándose.
Su renombre y excepcionales cualidades no sólo le sirvieron para colocarse entre los mejores jugadores del País Vasco (y fueron muchos en los "Felices Veinte" y en la España prebélica), sino también para transformarse en un símbolo con el que establecer comentarios y comparaciones. Desde aquel padre salesiano de San José que repartiendo guantazos a diestro y siniestro terminaran por motejarle como "El Bojas", hasta cuando cualquier otro pelotari riojano apareciera por las canchas vascas -caso Corono, por ejemplo- siempre se le definía por el mismo espíritu de Bojas: "un empeño de amor propio", "supliendo la falta de extensión por el ardimiento y la tenacidad".
Los críticos de la pelota vasca de los años veinte y treinta del siglo pasado concretan las carasterísticas del jugad0r de pelota avecindado en el curso del Ebro y de algunos de sus afluentes, es decir, el pelotari riojano, en estos términos que tomamos de J. de Irigoyen:
"Establecen su juego, sobre una resistencia extraordinaria, acudiendo premiosa y apuradamente, a todo el juego "que se le eche", por desbordante que sea; entercándose en una jugada única para la obtención del tanto; cotizando el cansancio y la desesperación del contrari0, ante la obstinada resistencia, multiplicándose en las llegadas apuradas y tirando siempre, a la cortada al ángulo, en corto".
Bojas I es el jugador de ultrapuertos de la tierra del vino, es decir de La Rioja, que mejor reúne estas características antes de la Guerra Civil.
El nombre de "Bojas" (Faustino Galilea Aróstegui) recorre toda la historia de la pelota riojana del siglo XX con anterioridad a la Guerra Civil. "Se elevó desde la categoría de entre aficionados y figuras secundarias, a los primeros puestos del pelotarismo en los que se supo mantener tantos años"
Participa en partidos en los dos frontones logroñeses (Frontón Logroñés y Beti-Jai), en gran parte de los descubiertos existentes en la provincia y en buen número de los muchos de El País Vasco. Está en las programaciones y combinaciones -y en las fotografías también- jugando partidos mano a mano, formando pareja de zaguero con lo más destacados pelotaris riojanos y vascongados, pero sobre todo, mientras se fue haciendo grande, combina en parejas y tríos con los pelotaris aficionados de su pueblo, Murillo de Río Leza. Es igualmente el animador de desafíos de todo tipo, y con todos, así como uno de los más asiduos en la organización de partidos de homenaje a los pelotaris veteranos de su tierra.