Duquesa de Cánovas
Joaquina Osma y Zavala
Fisonomía
No parece que tuviera "buena prensa" la pequeña de las hermanas Osma.
"Mujer -a lo que se decía- esquiva, altanera, orgullosa, ... desdeñosa hasta el extremo de atribuírsele por los murmuradores que le hablaba a los criados vuelta de espaldas", tal como es descrita en la obra de Cánovas por Fernández Almagro, no parecía una mujer dotada de cualidades sociales y simpatías.
Sus rasgos físicos eran un fuerte complemento de este carácter. Era Joaquina "morena y pálida, enérgicas las facciones, finísima la tez; de grandes ojos e imperiosa expresión; mediana de talla, bien formada y muy distinguido el porte".
Así veían sus coetáneos a Joaquína Osma de soltera. Pero aseguran, que después de su matrimonio con el político Cánovas del Castillo, se produjo en ella tal transformación que llegó a alcanzar grandes dotes de gentileza y de tacto social.
Y el epicentro del cambio fue obra de una mudanza de habitat. Del piso de la calle de Fuencarral -propiedad del
Marqués de Vallejo, otro representante riojano de la época- la pareja se trasladó a vivir a "La Huerta". Una mansión entre la Castellna y la calle de Serrano regalada por los padres de Joaquina al matrimonio.
En este palacete doña Joaquina se mutó en "una dama elegante y vivaz", y fue, como la describiera Rubén Darío en 1892, "una espléndida peruana exuberante de vida, hermosa y culta, que hablaba el español con la erre parisiense".
Durante una década pasaron por los salones del palacete los arístócratas más distinguidos del Madrid de la Restauración, pero también los eximios de la cultura, entre los que más destacaba el republicano Castelar, el único polemista al que Cánovas defícilmente le anulaba la palabra.
La boda
Melchor Fernández Almagro ha dejado en su libro sobre Cánovas (Tebas, 1972) varias páginas bellísimas del enlace de Joaquina y Cánovas, celebrado cuando aún estaba abierto el ciclo de la sociedad aristocrática que reflejan el General Córdoba (
Memorias) y el P. Coloma (
Pequeñeces). El relato de la boda celebrada en la noche del 15 de noviembre de 1887 se basa en los "Ecos Sociales" de los cronistas de los diarios más leídos del momento, pero se narra con la pericia del gran historiador que es su autor.
No seremos nosotros tan intrépidos como para volver a realizarlo. Al libro de Fernández Almagro remitimos.
La Viuda de Cánovas
Cánovas fue asesinado por el anarquista Angelillo en el Balneario de Santa Agueda el 8 de agosto de 1897 cuando estaba de vacaciones, y desde ese momento Joaquina Osma y Zavala pasa a ser la Viuda de Cánovas.
Ella fue la primera que atendió al marido herido de muerte por las balas del revolver, y por tanto, la que primera que vivió "in situ" la tragedia. Su huella e impacto fue imborrable y nunca pudo después superarlo. "Fue una continua sucesión de dolorosos recuerdos que produjeron profunda huella en el corazón y en el ánimo de aquella señora."
Cuatro años y ocho días después del asesinato del marido moría en "La Huerta" en Madrid, el 16 de agosto de 1901.
Antonio Cánovas del Castillo, el político conservador que se turna con el riojano liberal Práxedes Mateo-Sagasta en la Presidencia del Consejo de Ministros del Reino de España durante la Restauración en el siglo XIX, se casa dos veces. En primeras nupcias con Concepción Espinosa de los Monteros; y en segundas, con la mujer de la que tratamos en esta página.
Joaquina Osma y Zavala era la hija menor de José Joaquín de Osma y Ramírez de Arellano y de Ana de Zavala y de la Puente, marquesa de la Puente y Sotomayor. Había nacido en América, y era la menor del trío de hermanas fruto del matrimonio. Blanca Rosa, la mayor, había casado con Fernando Fernández de Córdoba. La segunda, Ana, se unía con Emilio Alcalá-Galiano. Nuestra protagonista, con treinta años, permaneció soltera hasta que emparejó con Cánovas, cuando éste era un sexagenario.
¿Por qué incluimos en nuestro sitio, especializado en La Rioja contemporánea, a Joaquina Osma y Zavala? Con estos datos no existirían razones para hacerlo, pero ampliemos conocimientos.
En el pueblo de Nalda, en una de las márgenes del Río Iregua en La Rioja, vivía en el Antiguo Régimen una familia acomodada, de la que descienden varias personalidades señaladas como profesionales y como militares, en los años puente entre el final del XVIII y principios del XIX. Mencionamos dos: Joaquín y Gaspar de Osma y Tricio. El primero es el General en Jefe de las Provincias Vascas en los comienzos de la primera guerra carlista. Don Gaspar siguió la carreta judicial y pasó a las colonias americanas desempeñando el cargo de Oídor de la Audiencia de Lima, en el que estaba cuando se dio la emancipación. Aquí nacieron todos sus hijos, y entre ellos dos que están íntimanente relacionados con Joaquina. Su padre José Joaquín de Osma y Ramírez de Arellano, y su tío Juan Domingo.
El tío retorna a la casa familiar de Nalda, y desde ella controla los intereses riojanos de la familia, llegando a ser Diputado a Cortes por el Distrito de Logroño capital en varias elecciones del reinado de Isabel II.
El padre,Joaquín José , desarrolla su carrera diplomática, pero sobre todo participa en los inicios del sistema financiero español, que le sitúan en un puesto privilegiado del sistema político desarrollado por los moderados y la Unión Liberal.
Fue el primer Director -y el más duradero- del Banco de Crédito Mobiliario Español con cuya aportación finaciera se tendieron las principales lineas férreas españolas a mediados del siglo XIX.