"El que María no hiciera públicas las
pruebas que apoyaban la narrativa de colaboración elaborada en sus memorias
literarias se debe, probablemente, a una combinación de razones complejas
que son difíciles de desenredar pero que seguramente brotan del desarrollado
sentido de fidelidad a una persona que fue siempre consecuente y honesta. Podríamos
proponer que a un sentimiento de lealtad hacia Gregorio se une el no haberse
querido traicionar a sí misma y a las decisiones que había tomado
por muy desatinadas que resultaron ser. En Gregorio y yo no parece quererle
ser infiel a la memoria, por muy revisionista que sea, de lo que recuerda fueron
sus "horas serenas". Por otra parte tampoco sería raro que
quisiera proteger la intimidad de su vida compartida con su marido a pesar de
que su matrimonio se había venido abajo alrededor de 1922. Y tampoco
habría que descontar un profundo sentido de pudor ante un mundo que,
aunque parecía conocer los entresijos de su vida conyugal y literaria,
cuán a menudo disfruta de la desdicha ajena. En un gesto que podríamos
interpretar como estratégico, mantiene y elabora la ficción del
matrimonio en gran medida y ante todo como colaboración literaria. Sin
embargo, en una carta a su hermano Alejandro desde Niza en 1948 en un tono que
se desmarca del tono sereno que utilizará en su libro de memorias, escribe:
"De que soy colaboradora en todas las obras no cabe la menor duda, primero
porque es así, y después porque lo acredita el documento voluntariamente
redactado y firmado por Gregorio en presencia de testigos que aún viven
y que dice expresamente: "Declaro para todos los efectos legales que todas
mis obras están escritas en colaboración con mi mujer, Doña
María de la O Lejárraga García. Y para que conste firmo
ésta en Madrid a catorce de abril de mil novecientos treinta". Además,
aunque, después de esto, todo es superfluo, tengo numerosas cartas y
telegramas que prueban no sólo mi colaboración sino que varias
obras están escritas sólo por mí y que mi marido no tuvo
otra participación en ellas que el deseo de que se escribiesen y el irme
acusando recibo de ellas, acto por acto, según se los iba enviando a
América o a España cuando yo viajaba por el extranjero. Las obras
son de Gregorio y mías, todas, hasta las que he escrito yo sola, porque
así es mi voluntad".
Hasta su muerte en 1974 se mantuvo fiel a la noción de "colaboración"
que había establecido en Gregorio y Yo a pesar de haber podido, en cualquier
momento, sacara a relucir las cartas que hiboeran callado a todos aquellos que
intentaban borrar su autoría, apenas recuperada, como dramaturga y novelista".
...
"María Martínez Sierra: Feminismo y exilio", en "
El
exilio literario de 1939". Actas del Congreso Internacional celebrado
en la Universidad de La Rioja del 2 al 5 de noviembre de 1999, Logroño,
2001, pp. 359-373
Patricia O'Connor
"Considerando la creencia de María en los derechos
de la mujer, su actitud pasiva con respecto a su importante trabajo literario
(y de conocerse, podía haber inspirado a otras mujeres) es contradictoria.
Una posible explicación puede encontrarse en un ensayo feminista suyo
profético de 1917: "Las mujeres callan... porque creen firmemente
que la resignación es virtud... callan por costumbre de sumisión
... callan, porque en fuerza de siglos de esclavitud han llegado a tener alma
de esclavas" (
Feminismo ... 105-06). Años más
tarde, la autora demuestra un juicio más severo sobre los maridos que
se aprovechan de sus mujeres en
No le sirven las virtudes de su madre
(1930). En esta obra corta, una madre habla con el viudo de su hija muerta.
Al referirse a ésta, es como si María hablase de sí misma
en calidad de esa esposa joven: "Fue tu compañera, y no fue tu igual...
Pensó contigo, luchó contigo, trabajó contigo, afanó
contigo...; ¡tú solo triunfaste! ¡Cuántas noches la
he visto, rendido tú, repasando tus notas, poniendo en orden tus papeles,
rectificando tus errores, preparando el discurso en que habías de brillar!
.... ¿Quién se ha retirado, a la hora del triunfo, para dejarte
a ti toda la vanagloria? ¿Quién ha hecho el silencio en torno
tuyo para que no se oyera más que tu voz? . . . . Sobre ella pesó
la tradición de viejas ignorancias e incompetencias... No fue una mujer;
fue lo que a fines del siglo XIX y a principios del XX se llamaba "una feminista"
(
Eva curiosa 69).
Treinta años después, en
La muerte de la matriarca (1960),
se acentuaría aún más su cinismo, si la protagonista es,
como parece ser, otra voz de la autora. Levantando los ojos al cielo para rezar,
la matriarca moribunda dice: "¡Oh, tú, que me creaste y hoy
me matas... si me lanzas otra vez a vivir... hazme hombre! ¡Hombre, para
ser yo sin ataduras... para perderme si me quiero perder, para salvarme si me
puedo salvar!... Mi vida para mí...no para los otros... siempre... los
míos, los ajenos.... siempre apagando el fuego del corazón...
por no ofender... por no escandalizar... El hombre no escandaliza nunca, ¡le
basta con triunfar!" (
Fiesta en el Olimpo 188).
Después de la muerte en Buenos Aires de María, un baúl
de efectos personales llegó a su familia en Madrid. Entre otros papeles,
ese baúl contenía el manuscrito inédito de
Sortilegio,
su única tragedia y última obra estrenada con la firma de Gregorio.
El baúl de Buenos Aires traía también más de cien
cartas de Gregorio que probaron definitivamente lo que decían los entendidos:
que las obras de Gregorio se las escribía su mujer".