"El Dr. Asuero no fue una de esas notabilidades que llaman la atención, por un hecho señalado o como especialidad en algún ramo: era un conjunto de cualidades admirables, una reunión de bellísimas prendas, un hombre extraordinario. Profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad Central, alcanzó una reputación que nadie le ha disputado, de que dan testimonio sus compañeros, millares de discípulos y el numeroso y escogido público que asistió a sus lecciones sobre terapéutica sustitutiva en 1848. En aquellos días, todas las clases de medicina, se refundieron en la suya; los alumnos obtuvieron de sus catedráticos el permiso de dejar las propias lecciones, para escuchar las del Sr. Asuero; hombres políticos, togados, literatos, asistieron al aula del profesor de la alopatía, haciendo indispensable trasladarla al mayor local, el gran anfiteatro. La satisfacción del ilustrado auditorio, los plácemes de las personas competentes, el contentamiento, la admiración y las ovaciones a que dio lugar aquel espectáculo docente, debió premiar de tal modo los esfuerzos del profesor, que solía decir después, que entonces debió morirse".
Lo transcript0, trozo de un artículo necrológico del gran periodista Fermín Caballero, da, a nuestro juicio, una idea del saber del eminente doctor Don Vicente Asuero y Cortazar y de la fama que por su talento llegó a gozar entre sus contemporáneos, y al propio tiempo lo creemos, el elogio que puede hacerse de tan ilustre riojano -nació en Nájera (Logroño) el 27 de octubre de 1806- del hombre que, por su carácter bondadoso, su característica modestia, su respetuosa caridad y su noble corazón, no supo lo que eran enemigos y que, desde que pudo ostentar su título de doctor en Medicina, ganado a costa de no escasas privaciones, vivió rodeado de satisfacciones, porque su carrera le permitió asistir a los menesterosos y hasta socorrerlos con lo que ganaba sirviendo a los ricos. lo que fue causa de que, a pesar de haber sido en sus tiempos el mejor médico de España, según confesión de sus propios compañeros, y el que más visitaba, al fallecer el 23 de febrero de 1873, solo dejara a los suyos un nombre honradísimo y bendecido por millares de seres y una bien menguada fortuna
Mucho podríamos decir de tan sabio apóstol de la ciencia, ...
Hernando de Acevedo.