¿Por qué la mujer, que cubre más del cincuenta por ciento del cómputo total del censo demográfico de La Rioja durante toda la contemporaneidad, no ha compartido el mismo espacio histórico que el otro sexo? Concretar las causas resulta una obviedad.

Desde el inicio de La Rioja contemporánea aparece el componente femenino. Bien marcado por el simbolismo -hoy diríamos en formato virtual-; bien con nombres y apellidos concretos, creando la historia regional en hermandad o maridaje con los varones.

Imagen virtual de las mujeres

La Sociedad o Institución que más hizo por la Unidad Económica Riojana y el futuro nacimiento de la región como provincia, allá por los finales del dieciocho y las primeras décadas del siglo siguiente, recuerda, en su emblema, a la matrona del "cuerno de la abundancia", a la Amaltea de la mitología clásica. De su fecundidad esperaban, y a ella se encomiendan nuestros tatarabuelos, el progreso y la prosperidad de la tierra, de la región, cuando se "levante activa".
La joven, a pecho descubierto y con gorro frigio, como símbolo de la República, no falta en el imaginario colectivo -ni tampoco en los papeles impresos locales- de los riojanos que ansían igualdad, democracia y libertad defendiendo la ética de este régimen.
La mujer como símbolo del dinamismo histórico se reitera en todos los empeños políticos que se orientan hacia al futuro. Algunos otros ejemplos de tiempos distintos. El Boletín Oficial de la Provincia de Logroño abre sus páginas, en los primeros años del Sexenio democrático, con la justicia en forma de mujer con balanza y modelos del progreso y la política anhelada. La cabecera del diario de Logroño El Ebro, que elabora la crónica de la prosperidad que el "silbato de la locomotora" traería a las haciendas riojanas en los años sesenta y setenta del siglo XIX, reúne a una mujer sentada en lugar preferente soportando con una mano el escudo de la ciudad y con otra alzando la corona de laurel, con fondos de un tren "a todo humo" y paisajes de torres confesionales católicas del núcleo urbano. Cuando el publicista Carmelo Segura compone carteles festivos con los "ecos de la modernidad" que se acerca ahí está la mujer junto a los nuevos aeroplanos. Y cuando la Sociedad Conservera Española, "el trust de fabricantes de conservas que actúa en Calahorra" en la segunda década del XX, concreta su anagrama, recurre a una joven erguida, "puesta de largo", y con los brazos abiertos, sobre frutos hortícolas depositados a sus pies y fondos de fábricas a pleno rendimiento. Y ya en nuestros días, las hojas informativas que el Ayuntamiento de la capital de la Comunidad Autónoma reparte gratis a sus vecinos, De Buena Fuente, se encabeza, no sin polémicas rancias, con la señora "bebedora de agua" -"la sed del pueblo"- ubicada en un rincón exterior de "la Casa de todos", mirando al sur.

Estas notas pueden ampliarse, pero no lo juzgo necesario, porque la idea de la estampa virtual femenina en la dinámica histórica aparece diáfana, y porque en esta página lo que pretendo es componer una síntesis de la presencia real, de la acción política y social directa de las mujeres de carne y hueso, artífices también de la memoria histórica contemporánea de la comunidad riojana.