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LA RIOJA CONTEMPORÁNEA : P.V.P 14.99
Entre "la fábula" y el romance
Composición sobre el folleto del Sr. Barrio

Las cuentas de Don Santiago
y el romance de DORALIO

Conocemos el ideario, los proyectos y los hechos de La Real Sociedad Económica de Cosecheros de La Rioja Castellana en primer lugar, y por supuesto,  por las Actas de sus Juntas, pero también por otros documentos y “huellas” menos formales. Hay tres, que aunque son muy dispares en el soporte narrativo en que se expresan, recogen exactamente su espíritu y objetivos últimos, además de marcarnos las distintas etapas que se sucedieron en su desenvolvimiento histórico hasta el final del dieciocho. Dos pasaron por la imprenta y otro es obra del martillo y del cincel. Uno se titula Deseos de un riojano y otro Romance (Heroico) endecasílabo y el tercero es un altorrelieve convertido en emblema o sello de la organización. El estilo del primero redunda en el carácter argumentativo de sus tesis –muy al estilo de los documentos de la Bascongada de la que su autor fue socio durante toda su vida-; el del segundo abunda en las loas y lisonjas literarias a una etapa optimista de la Institución que glosa y canta; y el escudo o emblema sintetiza, en “placas” primero y en piedra después, las imágenes y figuras nacidas del eco mítico alumbrado en aquellos años finiseculares. De todas formas, las tres huellas documentales, impresas o esculpidas, siguen una línea similar en el ilusionismo con que tratan los logros que desean y piensan alcanzar los riojanos castellanos en el futuro.



Portada de la publicación de las poesías del  Sr. Sánchez Salvador
Ha pasado más de una década desde la publicación del folleto Deseos de un riojano de Don Santiago, y el “espíritu de Fuenmayor” ha logrado convertir algunos de ellos en realidad. Se ha formado La Sociedad en 1790 en Fuenmayor; se ha terminado el puente de la Casa y Torre de Montalvo sobre el Najerilla (1794); y se ha ido diseñando la “caja” del camino por la ribera meridional del Ebro, y, en especial, se ha hecho visible que la unidad, aunque con problemas, de las municipalidades riojanas promete un futuro halagüeño. Y es que los Apoderados de la Sociedad Económica de La Rioja habían vivido en hermandad y consenso, variadas experiencias. Rotaron las convivencias (las Juntas Generales anuales) por distintos espacios de la comarca; se practicaron convenios y acuerdos con todos los pueblos de la comunidad geográfica y económica de La Rioja Castellana, sin tener en cuenta que fueran “pueblos de cosecha” o no; y estos amejoramientos parecían hacerse visibles, al final del siglo, marcando un optimismo general alimentado por las ideas del progreso, la ilustración y la felicidad, y, sobre todo, por el orgullo que habían supuesto algunos de los logros del “espíritu de Fuenmayor”.

Todo esto inspira los dos documentos citados anteriormente: el Emblema o sello de la Sociedad, hoy arrumbado en el Museo de La Rioja y reproducido en “los papeles” oficiales de la misma, y al Romance endecasílabo compuesto por el navarro, y riojano de adopción por matrimonio, Don Manuel Pedro Sánchez-Salvador y Berrio. Ambos documentos se diferencian en el soporte del mensaje, pero son como una gota de agua a otra, en contenidos e imágenes poéticas o reales.

Pedro M. Sánchez-Salvador y Berrio. Romance endecasílabo

El poema se imprimió en Logroño, sin fecha, por Antonio José Delgado, “por orden de la misma Real Sociedad” de La Rioja Castellana, con el nombre propio del autor, conocido en la bibliografía de la literatura de hoy con el pseudónimo de Doralio (Poesías de Doralio, de Manuel Pedro Sánchez-Salvador y Berrio. Edición, biografía y estudio de Felicidad Patier Torres. (Pamplona, 1987). El Romance endecasílabo (o Heroico) de Doralio, que examinaré en los párrafos inmediatos, es un canto a todo esto y un supuesto plagio poético a los Deseos que Don Vicente fabulara en densa prosa en la década anterior, y nos sirve además para explicar el simbolismo del emblema esculpido en la piedra arrumbada hoy en el actual Museo de La Rioja.

¿Cuándo nacieron este centenar y medio de versos endecasílabos en asonante del Romance? La respuesta no resulta fácil. Felicidad Patier, biógrafa del autor, Don Manuel Pedro Sánchez-Salvador y Berrio, recoge el citado Romance en su estudio pero no le data. Sabemos que se lee en Haro en 1796, como decía, y que también se imprime. ¿Pero cuándo fue ideado y creado por el autor? En años previos, evidentemente, al de la lectura. La estudiosa señala que Don Manuel Pedro se refugió en el pueblo de su mujer, Ezcaray, durante la Guerra contra la Convención de los revolucionarios franceses (1793-1795), lo que potencia la tesis de que debió de ser elaborado en alguno de estos tres años de residencia. Y que es posible que lo fuera en el primero. ¿Por qué la necesidad de concretar esta fecha? Lo razono.

La primera imagen del emblema o “divisa” de la organización aparece impresa como grabado en la portada de los Estatutos de la Sociedad Riojana publicados en Madrid, en la imprenta Sacha, el año MDCCXCIII, y después se traslada a la piedra hoy a la intemperie en el Museo de La Rioja, Tres años después se leía, el día 8 de mayo de 1796, en las Juntas Generales de la Sociedad en Haro, el Romance endecasílabo. Pese a estos datos, que adelantan el diseño del emblema al del romance, abrigo muchas dudas sobre la prioridad temporal del primero sobre el segundo. Y es que no me imagino al escultor Carnicero y al grabador Selma, residentes en la Villa y Corte de Madrid, mandando desde el Olimpo a las orillas del Ebro a Mercurio y a Amaltea. Me parece que esta metáfora es más propio de un poeta ripiando versos con escenas mitológicas ¿Lo tenía escrito Don Manuel Pedro  cuando encargaron en Madrid la estampa? Creo que sí. Y es que, sea como sea,… el Romance endecasílabo creado por Don Manuel Pedro Sánchez-Salvador y Berrio (Doralio) recoge en lenguaje mítico y lírico, y en síntesis, la historia de La Rioja Castellana de estos últimos años del XVIII en treinta y siete estrofas de cuatro versos, encabezadas ya, al imprimirse, por el emblema de La Real Sociedad de La Rioja. Lo importante es que hoy nos sirve para entender el grabado de la piedra, que como decía, está en el patio de la que fuera la Casa de Espartero en la Plaza de San Agustín de Logroño.

El Romance Heroico recrea, modula y canta lo que había sido y hasta dónde había llegado el espíritu de Fuenmayor antes de acabar la centuria. Es muy posible que el autor, un navarro de Pamplona con alma lírica, en su composición poética, lo que hiciera fuera compartir la euforia y la placidez general vivida en esa década y media finisecular por todos los riojanos castellanos riojalteños, ya que así lo exigían sus raíces riojanas de los Cameros en Lumbreras y sus relaciones familiares de consorte, al estar casado con una riojana de la Villa de Ezcaray, Doña Antonia Aleja Rodríguez Barrenechea.

“En la margen feliz, que el ancho Ibero
Con apacible curso fertiliza,
Noble Matrona descuidada yace
Al murmurio halagüeño adormecida.”

El pesimismo, que ya hiciera gritar “desde la oscuridad de su cabaña” a Don Santiago en 1785 en favor de la rebelión fiscal en busca del futuro de su tierra, inspira esta primera estrofa del poema de Don Manuel Pedro creando la figura de la Matrona por el “murmurio halagüeño adormecida”.

Emblema de la Real Sociedad Económica de La Rioja

JUEGA UN POCO:
bicente ¿Qué sabes del provincialismo riojano?
Santiago Vicente del Barrio. "Deseos de un riojano"

Casi todo se quedó en eso: deseos, “Deseos de un riojano”. La biografía o peripecia vital de Don Santiago Vicente del Barrio se desarrolla en Logroño, en la ciudad que será después, en el Trienio Liberal (1822), la capital de la nueva provincia que nace, En ella fue uno de los privilegiados políticos del Antiguo Régimen que disfrutó del cargo de Regidor Perpetuo del Ayuntamiento durante más de las tres últimas décadas del XVIII y hasta que desaparecen estas Regidurías al ser compradas por el Concejo en 1801. Desde 1766 es uno de los socios de Mérito de la Bascongada ocupando un puesto en la misma reservado “para los caballeros particulares de talentos, y circunstancias, que residen fuera de las tres Provincias” vascongadas, según dicen sus Estatutos. Pero “el Regidor ilustrado logroñés” donde alcanza más influencias, méritos y fama es cuando trabaja –o participa- como miembro de la Sociedad de Cosecheros de su ciudad de residencia primero, y como Apoderado o Comisario en todas las Juntas de Fuenmayor y como Ex Diputado de las otras posteriores al arrancar el nuevo siglo. Está presente y participa en las Juntas de la Sociedad Riojana durante todo un cuarto de siglo por lo menos. En este contexto de dinámico agitador ilustrado dieciochesco en pro de la unidad de los riojanos castellanos nace, crece y se publica su “folleto”, bajo el título de Deseos de un riojano, el documento que con mayor exactitud, fidelidad, claridad y precisión, incluso por encima de las propias Actas de las Juntas Generales, recoge, desde el primer momento, el espíritu de Fuenmayor.

Seguro que Don Santiago conocía y había leído las fábulas de su consocio en La Bascongada el poeta Samaniego, residente en la villa de La Guardia (Álava), y tal vez se hubiera topado más de una vez con estos dos últimos versos –la moraleja-del final de La Lechera:

No anheles impaciente el bien futuro
Mira que ni el presente está seguro.

No existe ninguna duda de que Don Santiago anheló “impaciente el bien futuro” después de que se hayan leído atentamente sus Deseos. Al igual que la “Lechera” de la fábula o cuento correteaba por el prado hacia el mercado, cántaro sobre la cabeza, imaginando gallinas ponedoras y terneros en cantidad, nuestro protagonista, Don Santiago Vicente del Barrio, fue saltando de pueblo en pueblo, de Junta en Junta, de charla en charla, explicando a este y a aquel sus proyectos, o sus deseos, para el bien futuro de su tierra. Pero si a La Lechera se le rompió el cántaro con un mal paso, y quedaron sus sueños en mera moraleja, a Don Santiago se le frustraron, más pronto que tarde, casi todos los minuciosos cálculos con que visionaba “una especie de procesión” con millares de carros y cientos de miles de trajinantes por el Camino a construir, y similares cifras de árboles plantados en los linderos de las obradas con viñas, y los demás campos, con que fantaseó en su escrito.

Las resmas originales del “papel” Deseos de un riojano fueron impresas en el año más activo, en 1785, de la revuelta anti fiscal de la Sociedad de Cosecheros de La Rioja Castellana, cuando estos riojanos estaban muy enredados en la propuesta de la antítesis o buscando elaborar el Plan B alternativo a la “carga” de los cuatro maravedíes por cántara de vino cosechada y consumida para acomodar –allá tan lejos- los Puertos de la Cabrera y Somosierra del Camino Real de Madrid al Norte. Las propuestas de Don Santiago en su ensayo van en ese sentido: hacer uso de nuestros impuestos para nuestros proyectos o sueños. Escribía un año después de la primera Junta (abril de 1784) celebrada en Fuenmayor: “Yo no dexaré de gritar desde la oscuridad de mi cabaña: Riojanos, aprovechémonos de tan benéficas favorables circunstancias,… desechemos el abatimiento”…. El impreso del “folleto”, bajo el epígrafe del latinajo ¡o fortunatos nimius, sua si, bona norint!, se repartió por acá y cuyá por aquellos años. Por ejemplo, entre otros, lo recibió Jovellanos en mano cuando estaba en Fuenmayor en 1795 e hizo de él en su Diario algún comentario sobre los cálculos, pero sobre todo llegó hasta Don Eugenio Larruga, el autor de las monumentales Memorias políticas y económicas… y lo reprodujo en dieciocho densas páginas –desde la 206 a la 223- del Tomo XXVII (editado en Madrid el año MDCCXCIII,). La mayor difusión coincidió con las fechas más conflictivas, cuando estaban más emponzoñadas las querellas entre los pueblos de La Rioja Castellana sobre por dónde debería ir el camino de unión entre Logroño y el empalme del proyectado hasta Santander por territorios de Castilla. Y en este ambiente Don Santiago no se definió expresamente por el “rumbo”, aunque sí marcó con grandes elogios “el rincón más precioso de este territorio”, aquel que va por “la ribera Meridional del Ebro desde Logroño hasta Haro”.

El folleto en su conjunto es un alegato, o enmienda a la totalidad, sobre la actitud pesimista de los riojanos castellanos para proyectar su futuro. Ríanse de las proyecciones económicas de los tecnócratas de hoy en comparación con las planteadas por Don Santiago a mediados de los ochenta del XVIII para levantar o acrecentar la economía de su tierra o para llevar el progreso y la prosperidad a su País. Domina la coherencia expositiva y los supuestos para que la “naturaleza fertilísima” no “oprima a sus cultivadores con su misma abundancia”. El problema de los hacendados riojanos sobre los “excedentes de cosecha de vino” recorre el escrito de principio a fin y con este fondo el Regidor logroñés construye su folleto en tres periodos o partes bien diferenciadas: un introito geográfico de máximo interés para el tema de la autonomía provincial de La Rioja; un epilogo o conclusión marcada de pesimismo y escolios; y una parte central argumentativa amplia, cargada de cifras y datos empíricos, en apoyo de sus propuestas.

Dirán algunos, y tal vez muchos,… que es muy fácil en el papel hacer caminos, cubrirlos de carreterías, hermosearlos de árboles, circunvalar las viñas y heredades de frutales y moreras, y echar cuentas alegres de sus productos: pero que el poner en planta la más mínima parte de estos pensamientos es tan imposible, como llevar el Ebro a Galicia”. (La cursiva es del original). Así cerraba sus Deseos el riojano de Logroño Don Santiago Vicente del Barrio antes de establecer conclusiones sucintas, y añadir entre medias esta otra queja: para “nuestra desgracia muchos son los que no tienen otro talento, sino criticar, dificultar y murmurar de todo”. Entre estas lamentaciones y apostillas se resumen todas las propuestas del ilustrado logroñés para encarar el futuro de La Rioja Castellana. Las sintetizo.

Don Santiago se encontró con un regalo –al igual que La Lechera del cuento o fábula- en la primavera del 1784, al celebrarse la primera Junta comarcal anti fiscal en Fuenmayor en tres días primaverales del mes de abril, y con este regalo, su cabeza empezó a soñar despierta. Fue de paso en paso en sus ensoñaciones derivando de unas a otras hasta el final de lo que deseaba alcanzar. Las conclusiones de la primera Junta en la casa-habitación de Don Francisco Antonio de Tobía y Ubago habían demostrado que los riojanos castellanos podían ponerse de acuerdo en hermandad y que con estos consensos se podía avanzar hacia el futuro. Después de esta Junta, y es su primer gran deseo, debería nacer formalmente, y con la autorización y protección del Rey, “una comunidad en quien concurran caudales y luces”, para encauzar las inquietudes de las municipalidades de La Rioja Castellanas, o sea, una institución de convivencias mutuas unitarias, o lo que es lo mismo, unas Juntas Generales, como se llamaban entonces. Estas tomarían la forma legal de Sociedad Económica de Cosecheros del País de La Rioja Castellana, para resolver el principal problema económico de la comarca, o sea, el del vino, ya que solventado éste, pensó igualmente, la generosidad económica del terruño se extendería a todo lo demás. Siguió después fantaseando con sus deseos o sueños. Los objetivos prioritarios de la Sociedad Económica buscarán romper el aislamiento en que está nuestro territorio; dinamizar el comercio y mover el dinero en efectivo; y “discurrir medios de perfeccionar el género” (el vino) para hacerlo más atractivo y competitivo. Y todo lo explica con un “supongamos que…”, sobre el que hace cuentas o cálculos pormenorizados y al detalle, al igual que lo iba haciendo La Lechera por el prado, Veo algunos.

“Supongamos abierto el camino carretil desde Logroño por toda La Rioja, -escribe- hasta encontrarse con el de Santander. Cada carro lleva treinta cántaras de vino, con que para sacar un millón quinientas mil cántaras son necesarios 50.000 carros. Si se llevasen a lomo, regulando la carga de una caballería con otra en siete cántaras, serían precisas 214.285; de modo, que sería una especie de procesión por todo el camino, desde las Bodegas de La Rioja, hasta el puerto de Santander, y un continuo traqueo de recuas y carreterías; pues corresponde a cada día del año 136 carros o 587 caballerías”. Este sería el beneficio con la construcción del camino carretil. Se rompería así nuestro aislamiento y se iría derramando “crecidas sumas de dinero” y se consumirían todo tipo de productos en los pueblos de La Rioja Castellana, además de entrar otros nuevos del “comercio libre de las Américas” y de los territorios nacionales que nos rodean. Y todo esto lo cuantifica en dinero en efectivo o en su lenguaje, echa “cuentas alegres de sus productos”. La Rioja necesita despachar anualmente un millón y medio de cántaras de vino, y “suponiendo su precio a cinco reales son siete millones quinientos mil reales; su conducción a Santander bien será a otros cinco reales cántara, con que tenemos que al entrar en el puerto importará nuestro capital quince millones de reales, que circularán anualmente entre todos los cosecheros, jornaleros y artesanos de La Rioja y la Montaña”. También cuantifica las cargas de la construcción del Camino: “con imponerse un cuarto en cántara de vino, que pagarán muy gustosos de sus bolsas, formarán una suma de 176.470 reales y veinte maravedíes (a esta exactitud llega Don Santiago), que como hipoteca especial, y el arbitrio de los peajes, facilitarán, no solo los caudales necesarios a la construcción del camino de su territorio con toda la hermosura y solidez que se admira en los nuevos hechos en la Provincia de Álava, sino aún a los ramales de comunicación de todos los pueblos (cuyos cosecheros contribuirán) al camino real: no se omitirá el adornarlos de filas de árboles análogos al terreno”. Y sigue soñando con los árboles: se logrará del “Consejo una ordenanza para que toda heredad se rodee con árboles” que “harán a La Rioja el jardín de toda Castilla”. Vuelve al cálculo sobre este tema: “Supongamos que una viña con otra sea de cuatro fanegas, se podrán poner alrededor treinta y un árboles a cuarenta pies uno de otro; y habiendo en nuestra Rioja veinte y ocho mil viñas de esta calidad, tenemos ochocientos sesenta y ocho mil árboles”. Se emociona al seguir con su relato: “¡qué frondosidad! ¡qué hermosurra1 Pero si la mitad, continúa suponiendo, fueran frutales… y la otra mitad moreras, ¡qué riqueza! ¡qué opulencia!”. Y entre tanta emotividad sensiblera casi se le olvida escribir sobre “la mejora de los vinos”. Estos fueron sus deseos sobre el tema: hacer experiencias, tomar noticias de otros países, mandar “personas inteligentes a los parajes más famosos en vinos”; buscar “el modo de conservarlos tres o cuatro años”, usar la bibliografía existente sobre “el arte de hacer el vino” para así “beneficiarlos”, “hacerlos gratos al paladar y darles color” y que todo “el plantío nuevo que se hiciese, fuera a lo menos la mitad de tempranillo”; y concluye; “Acabemos de desengañarnos de una vez, que de nada nos sirve estar todo el año gastando en las viñas, si no sacamos buenos vinos, y los vendemos”.

Los deseos unitarios economicistas de Don Santiago para su tierra quedaron impresos, hacia el futuro, en el folleto. Después tocaba esperar, para ver si los vecinos comprendidos en el Mapa de La Rioja de Don Tomás López (1769), oían los ecos de “los deseos” y cosecharían sus frutos. La conciencia de territorialidad y de diferenciación económica de La Rioja con los territorios circundantes, quince años antes del cerrar el XVIII, ya estaba clara para el ilustrado logroñés y sus compañeros del “espíritu de Fuenmayor”. Esta era La Rioja, según ellos, hace ya más de doscientos años: “una porción de Álava, que es la hermandad de La Guardia, con cuatro o cinco pueblos de Castilla contiguos, que están a la orilla Septentrional del Ebro, y la otra ribera Meridional desde Altable hasta Alfaro, con toda la Sierra de Cameros”. “Tiene La Rioja contra si su situación”, decían, porque Álava, Navarra y Aragón la circundan y aíslan. Restaba tomar conciencia política para alcanzar la autonomía administrativa de Provincia. Hoy sabemos hasta dónde llegaron nuestros tatarabuelos poco menos de cuatro décadas después en el invierno de 1822. Lo iremos despejando, paso a paso, en apartados inmediatos.