1919El "viejo sueño"
decimonónico de alcanzar la distribución de las 24 horas del día en una tríada perfecta: "ocho horas de trabajo, ocho de sueño, ocho de esparcimiento y recreo", tardó en llegar a España. Hubo que esperar al último año de la segunda década del siglo XX para conseguir el Decreto de las ocho horas máximas de trabajo al día.
Los trabajadores y empleados asalariados, hasta entonces, tuvieron que patear en manifetación muchas calles de sus poblaciones; esperar un sin fin de horas en las puertas de los Gobiernos Civiles mientras los comisionados entragaban "las peticiones" al delegado del poder central; reunirse en buen número de mítines en locales de espectáculos y plazas públicas y en frecuentes sesiones en los Centros Obreros; y celebrar durante años la Fiesta del 1º de Mayo: el "Día del Trabajo".
En el trayecto se desvanecieron muchas ilusiones y "quedaron" muchos, pero también se alcanzaron beneficios que parecían imposibles. En 1904 se otorgó un día de descanso a la semana que al coincidir con el domingo, se vulgarizó como el "Día del descanso dominical". Dos posiciones ideológicas tan distintas como la de Iglesia y la de las Uniones Obreras presionaron para ello ante el Instituto de Reformas Sociales. La primera, para "santificar las fiestas"; las segundas, para descansar y reponer fuerzas para continuar la semana siguiente.
Muy pronto estas conquistas del tiempo libre pasaron a considerarse como "tiempo de ocio", apelativo que no gozaba de "muy buena prensa". "El ocio es la madre de todos los vicios", se repetía por todos aquellos que más lo disfrutaban. Y muchos empezaron a poner remedio para que "las masas" no se rebelaran al descubrir la dulzura del mismo. Unos les dieron ocupación muy presto montando el negocio de los espectáculos y otros quisieron "humanizarlo" aportando "recursos formativos" como les llamaban. Al final terminaron restringiendo otra vez el tiempo libre, y vuelta a empezar.
Hoy (2018), con la globalización, la conciencia del "mal del ocio" se está evaporando. Y gracias porque "damos" trabajo, dicen unos: y gracias porque "tenemos" trabajo, aseveran otros. En fin, la rueda de la conquista del tiempo libre sigue caminando tan penosamente -o más- como a finales del siglo XIX.
El descanso dominical fue aprobado en la primera década del siglo XX, pero aún a finales de los años veinte andaban los riojanos "peleándose" por su aplicación.
Para ocupar el ocio se ofertan todo tipo de espectáculos desde la "Belle Epoqué" y aún más en los "Felices Años Veinte".
Hay espacios para el fútbol, la pelota, el ciclismo y otros deportes,... pero también para la recreación cultural:
el teatro, la música, el cine, y ¡cómo mo!, los toros