El 1 de septiembre, durante la comida, se percataron en la casa del cura que se había acabado el vino, y Cayetana se ofreció a ir a San Román a por la bebida y a recoger una hoz que tenía arreglando en el herrero. Con una caballería y un pellejo saió de Torre sobre la una y media de la tarde, para no volver más.
Poco más o menos, en el centro de la dehesa de San Román, está el lugar donde se cometió el crimen, a unos 16 metros en el interior de la maleza separándose de la senda que comunica a ambos pueblos. Es seguro que debieron entrar, cura y Cayetana, de mutuo acuerdo, por la dificultad de la espesura. Lo que pasara entre ellos fue la causa que motivo el crímen.
El cura, fuera por donde fuese y volviera por donde volviese, regresó al pueblo inmediatamente después de cometer el crimen. Estuvo después en el levantamiento del cadáver y en San Román durante la revisión. El día 2 se practicó la autopsia en San Román confirmando que quedaron cortadas la arteria carótida, la vena jugular, la tráquea y el exófago. También había cortes en las palmas de las manos.
El cura fue acusado por el Juez de Torrecilla y encerrado en la cárcel seis días después del crimen y se declaró autor del mismo el día diez. Llevaba siete años ejerciendo de cura, después de estudiar en el Seminario de Logroño.
En enero de 1903 (19 -20 y 21) se celebró en la Audiencia Provincial de Logroño, "a puerta cerrada", un ruidoso juicio en que fue declarado culpable y condenado a la pena de "muerte en garrote". La sentencia pasó al Tribunal Supremo de Justicia de Madrid viéndose la causa en marzo del mismo año.
La causa del crimen
"Ha sido, indudablemente, la pasión ciega, invencible, que las gracias más o menos apreciables de Cayetana hicieron brotar, crecer y agitarse en el corazón del cura. Al llegar éste y su familia a Torre, tomaron vecindad en una casa próxima a la de Cayetana. El trato engendró el cariño; el cariño, un amor sacrílego; el amor, creciendo de día en día, lo demás.
Con la misma frecuencia que Valdecantos pasaba a casa de Cayetana, iba ésta a casa de aquel. La hermana del cura, trabajadora, habilidosa y no falta de cierta ilustración, era una gran fuerza atractiva para que Cayetana estuviese continuamente en casa del cura.
Al lado de tan mañosa vecina algo podía aprender.
Así se deslizaba la vida, sin que nadie presintiera el fatal término de una amistad tan íntima como bien llevada".
K. Pricornio (La Rioja)